Canotier y zapatillas
Me quedo con la novia que mira nerviosa a través de la ventana mientras van llegando a la finca los invitados; con la mirada orgullosa de una abuela y el cariño de una hermana. Me quedo con el recuerdo de unos abuelos y la complicidad de una madre.
Con las amigas que brindan por los canotier y con los amigos que acompañan a bajar cada tramo de escalera en la finca Lasmargas. Me quedo con las lecturas distendidas y las zapatillas a juego con los tirantes.
Me quedo con el que se cambia rápido para dedicar un baile y con el suegro que te llevaría en bicicleta hasta la felicidad, me quedo con la flor en el sombrero. Me quedo con las novias que bailan hasta perder la liga y los invitados que hacen el ganso porque la alegría puede más que la vergüenza.
Con un autorretrato servido en copa, con la espontaneidad, con un paseo por Pedraza, con el número 11 y con el novio que se mete el teléfono en el bolsillo con la música a tope para bailar en la plaza. Me quedo con ir de posboda a las Hoces del Duratón hasta que la noche cae y la puesta de sol se hace poderosa.
Me quedo con este encanto de pareja…