Una rosa en el camino y una vela en el altar
Cuando entras en casa de una novia el día de su boda y te percatas de que al lado de su ramo está la foto de su madre, te das cuenta de que alguien, muy importante, no está ese día. ¿O quizás sí?.
Gema y Rafa son de esas parejas que lo tienen claro, que no miran más, que cuando les gusta algo van a por ello. Nos dijeron, desde el principio, que nosotros seriamos los "guardianes" de su boda. Y digo "guardianes" porque el día pasa y lo que quedan son esos momentos mágicos que tenemos la obligación, como profesionales, de reconocer y perpetuar. Rafa se vistió en el hotel Roma acompañado de toda su familia y de una luz muy particular que aporta el edificio. Gema lo hizo en su casa, con sus amigas y su padre. Un padre que no había visto nada del vestido, hasta que la vio, y se fundieron en un abrazo que nos paró el pulso. La ceremonia se celebró en La Colegiata del Palacio de San Ildefonso. Desde el principio, el sacerdote, explicó que aquella vela que estaba en el altar era un recuerdo a la madre de Gema y que por eso estaba encendida, porqué así la tendrían aún más presente. Al final de la misa una Gema armada de valor y de entereza leyó una carta que nos dejó a todos con el corazón en un puño. Aún recuerdo alguna de aquellas palabras. "Mi madre era...mi madre olía a...habíamos soñado juntas este momento...". Un homenaje precioso, nada dramático, en forma de carta que hizo que nos tuviéramos que esconder detrás de la cámara para que no nos vieran llorar. Después se fueron a un camino donde estaban sus cenizas a ofrecerle el ramo. Para un fotógrafo estos momentos tan sumamente íntimos tenemos que afrontarlos con delicadeza. Les preguntamos si querían que les acompañásemos y nos dijeron que sí. Una vez allí, les preguntamos, con todo el respeto, si querían que hiciésemos fotos. También asintieron. Y poco a poco fueron deshaciendo el ramo y lanzando cada rosa con un beso. Al terminar partimos al palacio de Sepúlveda donde se celebró un banquete nada típico. El cóctel con sushi y tartar. Sin cochinillo, ni cordero. Querían algo diferente y lo lograron. Desde el propio palacio que es espectacular hasta cada detalle. Como detalle de boda dieron unas narices de payaso destinadas a colaborar con la ONG fundación Theodora que saca sonrisas a los niños hospitalizados. Quedamos otro día para hacer la posboda en los jardines de La Granja y en Segovia, donde demostraron, una vez más, esa dulzura que tienen y ese sentido del humor.
Un encanto de pareja...