Pues llegamos tarde.
Sabíamos que a Bea le gustaba mucho la fotografía, y no se le da nada mal. Lo que no sospechábamos es que llegaba hasta tal punto. El día de su boda, se nos hizo de noche realizando el reportaje y todavía quería seguir. Nosotros le dijimos que llegaríamos tarde al restaurante y que eso no gusta. Pues
llegamos tarde, nos dijo. Quería más fotos, decía, y con razón, que el día se pasa y que lo único que le iba a quedar como recuerdo eran las fotos. Y así fue que, se encendieron las luces de los monumentos de Segovia, la puesta de sol se metió en sus copas y, gracias a eso, tienen los recuerdos que tienen. Y, aún así, llegamos a tiempo.
Desde el principio, Bea y Fer tenían claro que seriamos nosotros los que contáramos su día, como dice ella: no miramos más. La ceremonia se celebró hace tres años en San Cristóbal. A la salida les montaron en un carro tirado por los amigos del novio y les llevaron a tirar piedras al palo.
Según la tradición, si el novio le daba al palo, pagaba el convite, y si no le daba, lo pagaban los amigos. Entonces y, desde tiempos remotos, lo que hacen los amigos es calentar las piedras, ponerlas al rojo vivo, vamos, para que así el novio no atine. Y así se le quedaron las manos al pobre Fer, pero, como donde hay tradición, no manda marinero, pues les tocó pagar el convite en la Portada del Mediodía en Torrecaballeros donde el baile nupcial abrió paso a toda una noche de fiesta.
Un encanto de pareja...